Vago en tu vidriera, transeúnte
divago de mi mismo, cólera interna.
La espera quisiera una hoguera de encaje
el pasar me devuelve pleamares de silenciogiro, miro, y pienso:
¿por qué te ocultas tras el frívolo follaje?
ese que descansa en el barniz que se secó
por no tiznar nuestro amor.
Mi placard guarda aquella prosa que fue puro impulso
junto con dibujos inanimados, y el tun-tun de tu pulso.
Marionetas blancas de felpa también son testigos
del vestigio de unas ojotas rosas,
de unas molestosas pupilas artificiales,
y del fulgor de un andar en bicicleta,
que se escapó lejos del manzano
del que ahora sólo afloran frutas secas.
Pinceladas discontinuas te intentan dibujar
pero el óleo se deshace,
el pincel no tiene cerdas,
el lienzo es una sabana vieja.
Huelo tu perfume,
aunque ya no tenga nariz,
aunque ya no dance con él.