Los recovecos azules de la arena espumosa
sacuden lentamente el otoño de mi alma,
que no es eterna, ni mañana será un perro ni un pez.
Sueña el hervor de la noche ahondar en los esteros de tu frontera,
esboza el humo de su devenir junto al verde lucero del alba,
se prende un cigarro, aunque no fume, y quema nostalgias del ayer con las cenizas del hoy,
que no se evaporarán mañana, ni en 100 años.